Manfred Kaltz, amo y señor de la banda derecha.
Dentro de mi línea habitual de artículos
centrados en momentos y personajes vinculados a la larga y rica historia del
Hamburger SV, hoy les traigo una retrospectiva de uno de esos jugadores que por
sí solo ya encarna la esencia de lo que significa el HSV. Rápidamente podría
venirnos a la mente el nombre de Uwe Seeler, sin ir más lejos. Sin embargo,
nuestro protagonista, sin haber alcanzado la grandeza y la fama de la que en su
día disfrutó Seeler, alcanzó unos registros estadísticos nunca superados por
ningún otro jugador que haya vestido la zamarra del club hanseático, al tiempo
que dotó a su posición en el campo de una nueva dimensión, lo que le hizo
convertirse en un referente mundial durante muchos años. Hablamos de Manfred
Kaltz.
SUS PRIMEROS AÑOS
Nació el 6 de enero de 1953 en la ciudad de Ludwigshafen
am Rhein, en el estado federal de Renania-Palatinado, donde tiene su
emplazamiento el mundialmente conocido conglomerado químico BASF. Sin embargo,
Manfred comenzó a darles patadas a una pelota en la pequeña localidad de Neuhofen.
“Allí crecí en contacto con la naturaleza y me pasaba todo el día jugando al
fútbol, así que puedo decir que tuve una infancia feliz”. A los 11 años
empezaría a jugar al fútbol de manera federada en el VfL Neuhofen, en el que
permaneció hasta 1968, momento en el que dio el salto al TuS Altrip, que
por entonces poseía uno de los mejores equipos juveniles del país. No tardó en
demostrar sus condiciones como defensor, siendo convocado en varias ocasiones
para integrar el seleccionado nacional. “Tuve la fortuna de tener un gran
entrenador en mi etapa de juveniles, y también mi hermano me ayudó mucho”.
En 1970, y tras quedar subcampeones juveniles de
Alemania, su entrenador Gerhard Heid es reclutado como responsable de
las categorías inferiores por el HSV y decide llevarse consigo a su joven ‘descubrimiento’
a orillas del Elba. “El HSV estaba rejuveneciendo su plantilla en aquella
época y mi entrenador en el TuS Altrip quiso que le acompañara en su nuevo
proyecto en Hamburgo. No fue necesario convencerme. La sola idea de poder jugar
en el futuro junto a Uwe Seeler ya resultaba tremendamente emocionante para mí.
Le acababa de ver jugar por televisión en el Mundial de 1970 y era un gran
admirador suyo”. Sin embargo, la historia pudo haber sido otra bien
distinta: el presidente del 1.FC Kaiserslautern se trasladó personalmente hasta
Neuhofen para intentar fichar al chico, pero cuando llegó se encontró con que
su padre ya había firmado unos días antes por el Hamburger SV.
De esta manera, en la primavera de 1970 Manfred
Kaltz metió todas sus cosas en un viejo Volkswagen y se echó a la carretera
para recorrer los 584 kilómetros que separan Neuhofen de Hamburgo. En su
recorrido por la autopista A7 seguramente pasó por lugares como Alsfeld,
Isernhagen, Schwarmstedt o Egesdorf. Incluso aún recuerda que durante el
trayecto le acompañó la melodiosa música de Neil Diamond, su cantante favorito.
Y es que Manfred siempre fue un tipo tranquilo que a lo largo de su dilatada
carrera casi nunca dijo una palabra más alta que la otra. Tal es así que en
Hamburgo le llamaban “el silencioso” o “el pensador”, circunstancia que
curiosamente se contradice con el apodo de “el conversador” con el que era
conocido entre los jugadores de la selección alemana. “Lo de ‘el silencioso’
me lo puso un periodista al que alguna vez le negué una entrevista, pero lo
cierto es que dentro del equipo yo era muy hablador. Además, entre amigos o
dentro de cuatro paredes, puedo incluso resultar muy divertido”.
Kaltz jugaría apenas una temporada en el equipo
Juvenil A del Hamburgo, ya que su clase innata no dejaba lugar a la duda de que
estábamos ya ante un futbolista llamado a cotas mayores. “Al principio solo
jugaba con los juveniles o con el equipo amateur, pero entrenaba siempre con
los profesionales. Allí me tocaba enfrentarme a menudo contra Uwe Seeler, y me
resultaba increíble la manera en que me ganaba todos los balones aéreos siendo
él tan bajito y ya algo veterano. Hoy seguimos manteniendo una gran amistad.
Además, recuerdo que en mi primer partido en la Bundesliga empatamos 1-1 en Dortmund
y precisamente él fue el autor de nuestro gol”. Era el 20 de agosto de 1971
y Klaus Ochs fue el técnico que le dio la alternativa como titular en el
HSV en la 2ª jornada de la Bundesliga.
Junto a Manfred Kaltz, en la temporada 1971/72
llegaron al primer equipo jugadores como Rudi Kargus, Caspar Memering,
Ole Björnmose o Georg Volkert, siendo todos ellos parte fundamental del nuevo
HSV construido a partir de la retirada de auténticos mitos del club como el
portero Arcok Özcan, el líbero Willi Schulz, el extremo Gert Dörfel o el
delantero Uwe Seeler. Lo cierto es que por aquel entonces el joven Manni,
que era como le llamaban sus allegados, no dejaba de ser casi un completo
desconocido para los aficionados, así que las expectativas sobre aquel chico
llegado de un pueblo de Renania-Palatinado eran más bien escasas. Sirva como
referencia que, durante su primer año de estancia en Hamburgo, aprovechó para
terminar su formación como mecánico de maquinaria agraria, así que ni él mismo
parecía plenamente convencido de sus posibilidades en el mundo del fútbol.
“Siempre quise ser jugador profesional y por
eso decidí dar el paso de venir al Hamburgo. Era el paso lógico en mi evolución
como futbolista”. Sin embargo, si que conviene aclarar que Manfred no
empezó siendo lateral derecho, sino que su posición habitual era la de líbero.
“Cuando llegué al HSV me encontré con que en ese puesto jugaba Willy Schulz,
que era otro de mis grandes ídolos, y estaba claro que iba a ser muy complicado
desplazarle de la titularidad, así que decidí concentrarme en otras posiciones.
Jugué de central, de lateral e incluso en el mediocampo…”. Con la retirada
de Schulz, todo indicaba que la posición de hombre libre sería para Kaltz, pero
en ese momento influyeron otras circunstancias: “Me había marcado el
objetivo de ser internacional, pero en la selección alemana el puesto de líbero
lo desempeñaba Franz Beckenbauer, así que en el HSV opté por jugar en una
posición en la que pudiese tener más posibilidades de éxito”. Por suerte
para él, en el HSV se topó con un técnico como Kuno Klötzer que en esos
momentos supo mostrarse comprensivo con el futbolista.
EL COMIENZO DE UNA GRAN CARRERA
En su primera temporada Kaltz disputó nada menos
que 32 partidos de liga con el HSV, una balance impresionante para un chico de
18 años sin experiencia en la máxima competición. En los años siguientes, la
regularidad sería una de las constantes en su carrera, llegando a jugar al
menos 31 partidos en 14 de las 19 temporadas que vistió la camiseta con
el rombo en la Bundesliga. Aunque en sus comienzos podía alternar con otras
posiciones de la defensa, especialmente la de líbero cada vez que las lesiones
de hombres como Blankenburg, Ripp o Winkler así lo demandaban, pronto se vio
que la de lateral derecho con plena vocación ofensiva era la que mejor se
adaptaba a sus condiciones tanto técnicas como físicas. De esa manera, la banda
diestra iba a convertirse en la calle por la que se movería con entera libertad
durante casi dos décadas.
Con el paso de los años Manfred Kaltz se fue
convirtiendo en un jugador cada vez más completo y maduro, tanto por su manera
de entender el juego como por su forma de ejecutarlo sobre el césped. “En
mis inicios era un jugador que cometía ciertas imprudencias, especialmente en
mi etapa como juvenil, ya que me gustaba dar pases arriesgados o driblar dentro
del área, pero pronto me di cuenta de que este tipo de tonterías no tenían
cabida en el fútbol profesional”. Y aunque su labor era evitar goles y
servirlos a sus compañeros, de vez en cuando también él mismo conseguía anotar
alguno. Eso si, como el primero, ninguno: “Todavía lo recuerdo muy bien. Fue
en octubre de 1971, en la novena o décima jornada, en un partido que le ganamos
por 4-0 al Kaiserslautern. Yo marqué el cuarto gol con un cabezazo desde unos
16 metros”. Hemos decir que con aquel gol Kaltz se convirtió en el más
joven goleador del HSV en la Bundesliga, un ranking que encabezó hasta que el
coreano Heung-Min Son le desbancó en 2010.
Manni Kaltz fue un lateral potente a la vez que
elegante, bien dotado para la marca al hombre, faceta en la que era capaz de
secar a alguna de las estrellas rivales sin recurrir a la violencia (en 19
temporadas en la Bundesliga nunca vio una tarjeta roja ni fue expulsado,
y apenas acumuló 36 tarjetas amarillas), y ello sin descuidar su proyección
atacante. Seguramente la imagen que los buenos aficionados conservan en su
retina es la de un Kaltz cabalgando por la banda derecha con sus media caídas y
sin espinilleras, que varios metros antes de llegar al banderín de córner metía
el centro preciso y con efecto al corazón del área. Eran sus famosos “Bananenflanken”
que –casi siempre- tenían como destinatario la cabeza del delantero-tanque Horst
Hrubesch.
“Comencé a practicar ese tipo de centros
que describían la forma de un plátano en 1978, cuando Branko Zebec se
hizo cargo del HSV. Fue un entrenador que dotó al equipo de una clara vocación
ofensiva, y en ese nuevo concepto entraba la llegada arriba de los laterales.
Tanto Horst Hrubesch como yo practicamos mucho en los entrenamientos hasta que
logramos que saliera de manera natural y coordinada”. Esa jugada fue,
posiblemente, su sello personal como futbolista. Casi no necesitaba ni levantar
la cabeza antes de golpear el cuero, pues ya sabía de antemano que Horst o
alguno de sus compañeros iban a buscar esos balones aéreos que describían una
trayectoria que tendía a alejarse de la posición del portero y que parecían
buscar la cabeza del delantero. Además, llevaban la fuerza precisa como para
que el balón saliera despedido aún con más potencia en cuanto era rematado.
Como ya indicamos anteriormente, Manfred Kaltz
también tuvo una etapa en la que dejó la banda derecha para desempeñarse como líbero,
especialmente en la selección alemana, donde el técnico Helmut Schön vio
en él al posible sucesor de Franz Beckenbauer de cara al Mundial de 1978
celebrado en Argentina. Kaltz, que ya había jugado en esa posición en varios
partidos con el HSV, decidió asumir el reto, e incluso para aquella cita
mundialista eligió el mítico dorsal 5 que siempre había usado el Kaiser.
Sin embargo, la experiencia no resultó demasiado positiva, toda vez que
Alemania resultó eliminada en la segunda fase del campeonato y Kaltz no estuvo
especialmente afortunado, como el resto del equipo germano. Tras ese
experimento, regresaría a su posición natural en la banda derecha.
A decir verdad, tampoco la campaña 1977/78 con el
HSV había sido precisamente buena para Manni. Tras ganar la Copa de
Alemania y la Recopa de Europa, el entonces director deportivo del conjunto
hanseático, el Dr. Peter Krohn, había tirado la casa por la ventana para
contratar los servicios del mejor jugador europeo del momento, el inglés Kevin
Keegan. Las expectativas eran altas, pero el equipo defraudó con un pobre
10º puesto en la liga. Además, la defensa fue uno de los aspectos más
criticados para explicar semejante debacle, y es que encajar 67 goles no era la
mejor forma de intentar luchar por el campeonato. Manfred Kaltz disputó los 34
partidos de aquella temporada, y como uno de los grandes referentes del HSV que
era, hubo de cargar también con buena parte de las críticas de la prensa.
Sin embargo, su carácter y su personalidad le
permitían encajar las críticas casi tan bien como los halagos. Manfred nunca
fue un tipo que hiciera demasiado caso de los comentarios que la prensa o los
aficionados realizaran sobre su desempeño en el terreno de juego. Sus
declaraciones públicas, aparte de escasas, nunca se salieron del tiesto, y con
cierta frecuencia respondía a las preguntas de los periodistas con otra
pregunta, o simplemente se encogía de hombros, lo que le hizo ganarse una
injusta fama de persona arrogante, seria y malhumorada, incluso taciturna y
desconfiada. Tampoco era dado al trato cercano con los aficionados ni a dar
autógrafos, pero es que esa sencillamente era su forma de ser y con ella fue
consecuente a lo largo de toda su carrera profesional.
COMIENZAN A LLEGAR LOS TÍTULOS
Si hay un jugador en la historia del HSV pródigo
en lo que a ganar títulos se refiere, ese es sin duda Manfred Kaltz. Después de
la creación de la Bundesliga, el lateral estuvo presente en todos los títulos
logrados hasta la fecha por el Hamburgo, aunque también le tocó vivir más de una
decepción. “Si echamos un vistazo a lo que fue mi carrera, se puede apreciar
que casi hay tantos títulos como subcampeonatos. En ese sentido, mi trayectoria
en el HSV siempre fue un estar arriba y abajo”, señalaba hace unos años el
jugador. “El primer título de liga que ganamos en 1979 fue el más bonito, y
la Copa de Europa de 1983 fue el más importante. En aquel equipo todo
funcionaba a la perfección”.
Sin embargo, el primer título alzado por Kaltz
con la camiseta del HSV fue tal vez el menos importantes de todos cuantos
logró. Y además, no dejó de tener su
lado curioso. La celebración en Múnich de los Juegos Olímpicos de 1972 hizo que
la pausa veraniega de la campaña 1972/73 se retrasara mucho más de lo habitual,
por lo que la Federación Alemana decidió organizar un nuevo torneo, la DFB
Ligapokal o Copa de la Liga, en la que participaron 32 equipos repartidos
en 8 grupos regionales de 4 equipos. Tras superar la primera fase ante St.
Pauli y Hertha Berlín, el HSV eliminó al Eintracht Braunschweig y al Schalke 04
antes de plantarse en la Final, en la que goleó por 4-0 al gran Borussia
Mönchengladbach en partido disputado en el Volksparkstadion el 6 de junio de
1973.
Tres años habría de esperar Manni Kaltz
para sumar su segundo trofeo. Sería el 26 de junio de 1976 cuando el HSV, en un
abarrotado Waldstadion de Frankfurt (61.000 espectadores), derrotara al 1.FC
Kaiserslautern por 2-0 con goles de Nogly y Björnmose y se quedara con la DFB
Pokal. Aquel éxito permitiría al conjunto hanseático tomar parte al año
siguiente en la Recopa de Europa. Tras superar sucesivamente a IB
Keflavik, Hearts of Midlothian, MTK Budapest y Atlético de Madrid, el
HSV se plantó en la gran Final donde le esperaba el RSC Anderlecht, vigente
defensor del título. En esa cita, disputada en Amsterdam ante 58.000
espectadores, el Hamburgo logró su primer éxito continental gracias a los
tantos de Volkert y Magath. Era el 11 de mayo de 1977.
El HSV comenzaba a sentar las bases del gran
equipo que estaba por venir, y Manfred Kaltz ya era una pieza básica del mismo.
“Aquella Recopa fue una locura. El partido de vuelta de la semifinal ante el
Atlético de Madrid fue uno de los mejores que le recuerdo al HSV en los años
que jugué allí. Desde el inicio salimos intensos y con mucho ritmo en nuestro
juego para remontar el 3-1 del partido de ida. No les dimos opción. Y luego, en
la final de Amsterdam me tocó marcar a un jugador de la talla de Rob
Rensenbrink. Aquel fue uno de mis mejores partidos con la camiseta del HSV”.
Con la conquista de Europa, los rectores del HSV
no escatimaron en recursos para apuntalar un equipo ya de por sí competitivo.
Con la llegada de jugadores de la talla de Keegan o Buljan, más buenos
efectivos obtenidos en el mercado local como Hrubesch, Hartwig o Wehmeyer, y
con un técnico del prestigio de Branko Zebec, el objetivo ya solo podía ser la
Bundesliga. Y la ensaladera no tardó en caer. En la temporada 1978/79 Manfred
Kaltz obtenía su primer campeonato liguero. Por fin, 19 años más tarde, el HSV
recuperaba la supremacía del fútbol alemán. En la temporada siguiente, con las
incorporaciones de Jakobs, Hieronymus y Milewski, los hanseáticos se lanzaron a
por el cetro europeo. Sucesivamente fueron cayendo el Valur de Reikiavik, el
Dinamo Tbilisi y el Hajduk Split, hasta alcanzar las semifinales, donde
aguardaba el Real Madrid. Los blancos se impusieron en la ida por 2-0,
pero en el choque de vuelta, disputado en el Volksparkstadion ante 61.000
espectadores, el HSV desarboló al conjunto español por 5-1 con dos goles de
Manfred Kaltz. Sin duda, fue una de esas noches mágicas europeas.
“Creo que aquel fue el mejor partido de mi
carrera. Tras el tanto de Cunningham que supunía el 2-1, necesitábamos marcar
otros dos goles, pero acabamos ganando por 5-1 y yo pude marcar dos de los goles”.
Sin embargo, en la Final disputada en el Santiago Bernabéu, el Nottingham
Forest fue más efectivo y logró quedarse por segundo año consecutivo con el
título. “En 1980 pudimos haber sido tranquilamente campeones de Europa y de
la Bundesliga, tal era el potencial que teníamos. Honestamente, pienso que le
regalamos los títulos tanto al Nottingham como al Bayern. En los momentos
decisivos de la temporada nos faltó algo de concentración y haber tenido a
Horst Hrubesch sano…”.
Los problemas personales del técnico Branko Zebec
(fuerte dependencia del alcohol) y una cierta dosis de mala suerte, hicieron
que el HSV no pudiera pasar del subcampeonato liguero durante dos campañas
consecutivas, hasta que en la temporada 1981/82 la ensaladera regresó a orillas
del Elba ya con Ernst Happel en el banquillo. Aquel año el Hamburgo volvería a
pisar una Final europea, en este caso la de la Copa de la UEFA, la cual se
perdió de manera inesperada ante un sorprendente IFK Göteborg que venció
en ambos partidos. Especialmente dolorosa fue la derrota encajada en el partido
de vuelta disputado en un abarrotado Volksparkstadion, ya que el 1-0 de
la ida era perfectamente remontable. Sin embargo, aquel equipo sueco dirigido
por Sven-Göran Eriksson no dio opción, rematando al HSV con un inapelable
0-3 en su propio estadio.
Y llegamos así a la campaña 1982/83, la más
exitosa en la historia del HSV y en la carrera futbolística del propio Manfred
Kaltz. En ese ejercicio, el conjunto hamburgués volvía a alcanzar la Final de
la Copa de Europa tras dejar en el camino a Dynamo Berlín, Olympiakos, Dynamo
Kiev y Real Sociedad. Y esta vez no falló. El 25 de mayo de 1983, el
capitán Horst Hrubesch levantaba al cielo de Atenas el ansiado trofeo tras
ganarle por 1-0 a la Juventus con un gol de Magath, y Manfred Kaltz, que
en 1980 se había proclamado campeón de Europa a nivel de selecciones, también
lo era ahora a nivel de clubes. Para redondear la temporada, el HSV lograba
revalidar dos semanas más tarde su título de la Bundesliga tras derrotar en
Gelsenkirchen al Schalke 04 por 1-2. “Con aquel equipo solo se podía ganar.
Era increíble la forma en la que Happel lo controlaba todo y como hacía que
cada pieza funcionara a la perfección”.
Sin embargo, aquella generación irrepetible no
encontró sustitutos a su misma altura, y poco a poco la estrella del HSV se fue
apagando a medida que los Hrubesch, Hartwig, Bastrup, Hieronymus, Milewski o
Magath fueron dejando el equipo. En la temporada 1983/84 el HSV fue subcampeón
de la Bundesliga por peor diferencia de goles que el VfB Stuttgart, y sería
necesario esperar al 20 de junio de 1987 para ver al equipo alzando nuevamente
un trofeo. Fue el de la DFB Pokal disputada en Berlín ante el Stuttgarter
Kickers, al que derrotó por 3-1. Tras empezar perdiendo, el Hamburgo logró
empatar por medio del hoy presidente ejecutivo del club, Dietmar Beiersdorfer,
tras recibir una pase fantástico de Kaltz. Sin embargo, el partido se
encaminaba a la prórroga cuando en el minuto 88 se produjo una falta a unos 22
metros de la portería, algo escorada hacia la derecha. El polaco Miroslav
Okonski está listo para lanzarla, pero Kaltz aprecia un resquicio en la barrera
y decide disparar. El chut no es muy potente, pero si extremadamente preciso,
ya que salva la barrera por el exterior y se cuela junto al palo izquierdo de
un sorprendido Jäger tras dar un bote en el césped.
Curiosamente, aquel sería el último título
logrado por Manfred Kaltz en su larga carrera, pero también ha sido hasta el
momento el último trofeo que el HSV ha incorporado a sus vitrinas. Si no fuera
porque uno no cree en estas cosas, parecería que se trata de una oscura
maldición ligada quizás al trato que el club de sus amores le dispensó al
propio Kaltz tras su retirada.
Y aprovecho para ofrecer otro dato curioso pero
que me parece digno de mención: ninguno de esos trofeos citados con
anterioridad fue levantado por nuestro protagonista en condición de capitán del
equipo, y eso que tras la retirada de Peter Nogly en 1980 ya no había jugadores
con mayor antigüedad dentro de la plantilla. “Yo no era de los que
necesitaban llevar el brazalete para sentirse más integrado o más importante.
Siempre me puse al servicio del equipo. Además, tampoco era necesario ser el
capitán para decir cosas importantes dentro o fuera del campo. Siempre traté de
ser un ejemplo para mis compañeros”. Tan solo de manera esporádica lució en
su brazo el brazalete de “Spielführer”, cometido que quedó en
manos de otros como Hrubesch, Magath o von Heesen.
LA TRAGEDIA QUE MARCÓ SU VIDA
Dejando a un lado su carrera profesional, la vida
de Manfred Kaltz estuvo marcada por un trágico acontecimiento que tuvo lugar a
principios del mes de noviembre de 1978. El jugador se encontraba entrenando
cuando una llamada de la policía le alertó sobre un accidente que había
ocurrido justo en frente de su vivienda, en la calle Hummelsbütteler Weg: su
hija Stefanie, de apenas 4 años de edad, había resultado atropellada por
un coche tras escaparse de casa en un descuido de su madre, quien tuvo tiempo
de presenciar el fatal momento. Gravemente herida por el impacto, la pequeña
fue evacuada en un helicóptero, pero falleció antes de llegar al hospital. “El
shock que me produjo aquel acontecimiento duró mucho tiempo, incluso todavía
hoy pienso en ello y los ojos se me llenan de lágrimas. Una cosa así no se
olvida nunca. En esos momentos el fútbol se convirtió en mi refugio”.
Roto por el dolor, Kaltz encontró consuelo entre
sus compañeros de equipo, especialmente en su buen amigo Rudi Kargus. Tanto es
así que el 10 de noviembre, apenas unos días después de la tragedia, el jugador
quiso estar en Duisburg sobre el terreno de juego y disputó los 90 minutos. “Manni
simplemente vino y jugó. Necesitaba estar con nosotros”, diría tras el partido
su técnico Branko Zebec. “Después de reflexionarlo largamente, decidí
que lo mejor era jugar. No hacerlo no hubiera servido de nada. La situación no
iba a cambiar”, declararía años más tarde el propio Kaltz. Y lo increíble
es que en los meses siguientes jugó muy bien. “Jugaba en estado de trance.
Era como un reloj, todo lo que hacía era totalmente mecánico. Mi mujer y yo
pasamos una semanas muy duras. Stephanie era una niña muy alegre. Para nosotros
lo era todo”.
El jugador y su esposa no volverían a pisar nunca
más la casa en la que tuvo lugar la desgracia. No querían que el recuerdo de
Stefanie les persiguiera por cada rincón de la vivienda, así que decidieron
mudarse. Al poco tiempo de aquello, Manfred y Heike, a la que precisamente
había conocido en 1973 en una fiesta organizada por Kargus, se separaron, lo
cual supuso otro golpe anímico más para el futbolista. Sin embargo, a nivel
deportivo todo comenzó a ir cuesta arriba a partir de entonces, con el logro de
tres títulos de la Bundesliga, una Copa de Europa y un subcampeonato mundial en
los años siguientes.
LA SELECCIÓN NACIONAL
La clase de Manfred Kaltz también tuvo su reflejo
en una amplia presencia con la camiseta del seleccionado germano. Internacional
en su momento en todas las categorías juveniles, en 1972 tuvo la oportunidad de
participar en los Juegos Olímpicos de Múnich, si bien solo jugó unos
minutos ante México en un partido de la segunda fase. Su debut con el equipo
absoluto se produjo el 3 de septiembre de 1975 en Viena ante la vecina Austria,
y lo hizo como titular. A partir de aquel día acumularía un total de 69
entorchados internacionales, cifra que en el HSV solo supera el gran Uwe Seeler
con 72. En noviembre de 1975 una grave lesión (se rompió el peroné) le tuvo 5
meses apartado de los terrenos de juego, y aunque fue nominado para la Eurocopa
de 1976 disputada en Yugoslavia, aún no estaba al 100% y no jugó ni un solo
minuto.
Como ya dijimos más arriba, Manfred Kaltz fue
convocado para el Mundial de Argentina´78, cita en la que el
seleccionador Helmut Schön decidió colocarle como líbero para suplir la marcha
de Beckenbauer. No era una novedad, ni mucho menos. “Desde un año antes
Helmut ya me había dicho que quería que jugase en esa posición, así que disputé
varios partidos amistosos como líbero. Para mí inicialmente fue una sorpresa,
pero ni mucho menos era una posición que desconociera. La cosa parecía
funcionar muy bien y llegamos a Argentina con mucha confianza. Nadie podía
imaginarse lo que sucedió después…”.
En aquel torneo Alemania atravesaba por una fase
de transición tras la salida de grandes referentes como Beckenbauer, Breitner,
Overath, Netzer, Heynckes, Hoeness o Gerd Müller, y el resultado en tierras
argentinas fue una actuación más bien decepcionante que culminó con la
humillante derrota encajada en Córdoba por 2-3 ante la Austria de los Koncilia,
Pezzey, Prohaska, Schachner o Krankl. “La química no era la mejor. Algunos
en la concentración estaban más pendientes del dinero que del éxito del equipo
nacional, y eso creaba mal ambiente. Salvo en el partido ante México, que
ganamos por 6-0, en los demás no estuvimos a la altura de las circunstancias”.
Por suerte, nuestro protagonista no tardó
demasiado en resarcirse de aquel varapalo, y lo hizo a lo grande. En 1980
se proclamó en Italia campeón de la Eurocopa integrando un equipo de
ensueño y que hizo las delicias de los aficionados. Allí estaban los
Schumacher, Kalle Förster, Briegel, Hansi Müller, Schuster, Bonhof,
Klaus Allofs, Hrubesch, Rummenigge… “Aquella selección podía competir
tranquilamente ante cualquier equipo del planeta. Había mucha calidad, pero
sobre todo teníamos unidad y espíritu de sacrificio, y eso es lo que decide en
los momentos de mayor dificultad”. En ese entonces Manni Kaltz era
probablemente el mejor lateral diestro del planeta. Defendía, atacaba, centraba
como ninguno y hasta hacía goles. De hecho, en aquellos años se hacían
convocatorias tanto de la Selección de Europa como de la Selección del Mundo
con vistas a jugar partidos amistosos y –sobre todo- como una forma
reconocimiento a los propios seleccionados, y en ambas estuvo Kaltz.
Con esa generación de grandes futbolistas, la
selección alemana afrontó la siguiente cita mundialista a celebrar en 1982 en
nuestro país como una de las grandes favoritas. No sin ciertas dificultades, y
también con algo de fortuna, Alemania volvió a mostrar su tradicional espíritu
competitivo en las grandes citas y se plantó en la gran Final frente a Italia,
donde finalmente cedió por 3-1 ante el seleccionado liderado por Paolo Rossi. “Las
derrotas siempre son dolorosas, pero aquel día no pudimos hacer mucho más ante
una Italia que fue mejor que nosotros. La dramática semifinal ante Francia nos
dejó sin fuerzas”. Aún con todo, Kaltz volvió a dejar clara constancia de
su enorme calidad en aquella Copa del Mundo, en la que ante España llegó a
jugar como interior derecho y donde tuvo el honor de ser el capitán de la Mannschaft
en el mítico partido de semifinales ante Francia.
Su punto y final como internacional alemán no fue
el que a él le hubiese gustado. El 23 de febrero de 1983, tras sufrir una
derrota por 1-0 en un intrascendente amistoso ante Portugal, Manfred Kaltz
renunció de manera inesperada a la selección por sus diferencias personales con
el técnico Jupp Derwall. Manni no compartía algunos de los
planteamientos tácticos del seleccionador y en más de una ocasión llegó a
criticarlos públicamente. Nunca se supo qué sucedió aquel día en los vestuarios
del Estadio Nacional de Lisboa, pero no sería de extrañar que ambos se dijesen
a la cara lo que pensaban y ahí se terminó todo. Aunque no tenía nada que ver,
se daba la curiosa circunstancia de que un par de años antes, el 1 de enero de
1981, un gol en propia puerta de Kaltz en el minuto 85 en un amistoso frente a
Argentina había acabado con una racha de imbatibilidad de 23 partidos de
Derwall al frente del equipo alemán.
A pesar de ser defensa, Kaltz marcó un total de 8
goles con Alemania, el primero de ellos el 8 de octubre de 1977 ante Italia en
el Olympiastadion berlinés. Aquel día el seleccionador azzurro Enzo
Bearzot señaló tras el partido que “sin duda ninguna, ese Kaltz es un
jugador de talla mundial”. A modo de curiosidad, indicar que el 3 de
diciembre de 1980 llegó a marcar dos tantos en un mismo partido, concretamente
en Sofía ante Bulgaria (1-3). Pero por encima de todo, Kaltz dotó a la
selección alemana de una versatilidad de la que carecía, ya que era un lateral
y un extremo en un mismo jugador, y eso en una época en la que los defensas
casi no pasaban de la línea de mediocampo, supuso toda una revolución.
BREVE EXPERIENCIA EN EL FÚTBOL FRANCÉS Y RETIRADA
Como es bien sabido, el fútbol como la vida da
muchas vueltas. Manfred Kaltz era todo un símbolo del HSV tras haber defendido
su camiseta en nada menos que 568 partidos acumulados entre el 20 de agosto de
1971 y el 7 de junio de 1989. Con 36 años ya cumplidos, el club no accedió a
ofrecerle los 2 años de contrato que solicitaba el lateral, por lo que tras 18
años ininterrumpidos con el rombo en el pecho, Manni decidió aceptar la
oferta del Girondins de Burdeos y emprender la aventura en el país galo.
Sin embargo, las cosas no salieron como él esperaba, tanto que apenas disputó
un partido con el cuadro bordelés antes de marcharse cedido al FC Mulhouse,
donde terminó la temporada jugando 12 encuentros en total.
Por suerte, la llegada en enero de 1990 de Horst
Becker a la presidencia del HSV permitió que Manfred Kaltz pudiera regresar 14
meses después al equipo de sus amores para disfrutar de una última campaña a la
ribera del Elba. El 8 de septiembre de 1990 volvía a ponerse la camiseta del
Hamburgo ante el Borussia Mönchengladbach (3-0) en su casa de siempre, el
Volksparkstadion. Y lo hizo sustituyendo en el minuto 68 a Thomas von Heesen,
curiosamente el otro superviviente del equipo que había logrado la Copa de Europa
en 1983. Evidentemente, su físico ya no era el mismo, y las lesiones tampoco le
ayudaron, por lo que apenas pudo participar en 13 partidos aquel año. El 17 de
abril de 1991 disputaría, posiblemente sin él saberlo, su último choque con el
HSV. Era la 26ª jornada y su equipo se enfrentaba en casa al Borussia Dortmund
(4-0). Fueron apenas 8 minutos. Se fue casi sin hacer ruido. Igual que había
llegado 19 años atrás.
Sin embargo, tras su retirada el HSV cometió una
de las mayores injusticias de su ya dilatada historia. Una ominosa afrenta que
hasta la fecha no ha querido ser reparada. Y es que Manfred Kaltz jamás recibió
un mísero partido de homenaje, reconocimiento que si recibieron otros con
muchos menos merecimientos tanto antes como después de él (el último, sin ir
más lejos, David Jarolim en marzo de 2015). La razón inicialmente no fue otra
que sus diferencias con el entonces presidente del club, el extravagante Jürgen
Hunke. Sin embargo, en estos 24 años transcurridos desde su adiós al fútbol en
activo, tiempo ha habido de sombras para limpiar semejante mancha. El Hamburgo
ni siquiera organizó nada especial cuando en 2013 Kaltz cumplió 60 años. “No
estoy decepcionado con el HSV porque tampoco esperaba nada de su parte. Es
posible que cuando cumpla 75 años me regalen un partido de homenaje…”.
EL HOMBRE RÉCORD DEL HSV
Cuando Kaltz decidió colgar las botas, lo hizo
con nada menos que 581 partidos de Bundesliga a sus espaldas, cifra solo
superada por Charly Körbel (Eintracht Frankfurt) con 602. De no haberse
marchado al fútbol francés, es más que probable que esa marca hoy fuera suya. “En
general, estoy más que satisfecho con mi carrera, pero me hubiese gustado
llegar a los 600 partidos en la Bundesliga”. En sus 19 temporadas con el
HSV marcó 76 goles en liga, de ellos 53 desde el punto de penalti, un registro
que aún hoy sigue siendo el mejor en la historia del campeonato alemán. Y es
que Manni era prácticamente infalible desde los once metros (solo falló
7 de sus 60 lanzamientos) gracias a su exquisita técnica a la hora de golpear
el balón, la misma que le permitía realizar sus prodigiosos centros con efecto
“banana”. Por contra, sus 6 goles en propia puerta también se mantienen en la
actualidad como la mejor marca de la liga…
En total, Manfred Kaltz disputó 744 partidos
oficiales con la camiseta del HSV (superando por mucho los 587 de Uwe
Seeler, su inmediato perseguidor) y marcó 102 goles entre todas las
competiciones. En este sentido, es también el jugador del Hamburgo que más
encuentros ha disputado tanto en la DFB Pokal (67) como en competición
europea (78), y aunque no las ganó todas ni mucho menos, si que en cambio
podemos decir que Kaltz tuvo la inmensa fortuna de disputar todas las
Finales que un futbolista podía jugar en su época: DFB Pokal (1976 y 1987),
DFB Ligapokal (1973), Supercopa de Alemania (1977, 1983 y 1987), Copa de Europa
(1980 y 1983), Recopa de Europa (1977), Copa de la UEFA (1982), Supercopa de
Europa (1977 y 1983), Copa Intercontinental (1983), Eurocopa de Naciones (1980)
y Copa del Mundo (1982). Son muy poquitos los que pueden decir lo mismo…
SU VIDA HOY EN DÍA
Aunque posee la licencia de entrenador superior,
Kaltz solo probó suerte en el mundo del fútbol profesional en la temporada
2000/01 como técnico-ayudante de su amigo Felix Magath en el Eintracht de
Frankfurt. Sin embargo, lo que más llama la atención es que nunca le llamaran
del HSV para, por ejemplo, entrenar en las categorías inferiores. “Lo cierto
es que nunca se dio la oportunidad. Tras dejar el fútbol comencé a trabajar en
la empresa privada, y mientras tanto, por el HSV fueron pasando personas con
diferentes planes e ideas. Y básicamente, eso ha seguido siendo así hasta la
actualidad. En el club ha faltado definir un concepto, una estrategia a seguir…”.
En 2002 fundó una escuela de fútbol en Hamburgo, luego ejerció como entrenador
del equipo juvenil del Hannover 96 y en la actualidad, a punto de cumplir 62
años, trabaja en la escuela de fútbol del VfL Bochum.
Al margen del deporte, Manfred Kaltz fue durante
muchos años el director de ventas de una firma italiana de agua mineral
(Coralba), llegó a fundar una empresa centrada en la importación de puros
habanos y fue socio de una compañía radicada en Gibraltar y dedicada a la
exportación de pescado. También ha ejercido como agente inmobiliario y asesor
financiero, y posee inversiones en un centro clínico de rehabilitación. Hoy
vive junto a su esposa Vineeta Oertel, a la que conoció en 1998 y con la
que se casó en terceras nupcias, y su hija Emilia-Karlotta, de 13 años. “Ahora
llevo una vida más relajada. Aparte de enseñar a los chicos en la escuela de
fútbol del Bochum, me gusta pescar, jugar al golf con los amigos o salir a
pasear con nuestro perro Oskar. Y por supuesto, aprecio mucho estar con mi
familia: Vineeta es artista, una gran pintora, pero también es una mujer muy
divertida”.
Pues esta es la retrospectiva de un grandísimo
jugador al que, quizás por ser lateral derecho y no un goleador o un
centrocampista creativo, incluso un portero o un rápido y habilidoso extremo,
no se le han reconocido todos sus méritos, entre ellos la de popularizar una
nueva forma de centrar y –sobre todo- la de ser un arma multifuncional desde su
posición en el terreno de juego. Manfred Kaltz fue el prototipo perfecto de lo
que hoy llamaríamos un carrilero derecho, capaz de aunar las capacidades
defensivas de un lateral y las ofensivas de un verdadero extremo. Y eso que hoy
es tan común en el mundo del fútbol, en los años 70 era una verdadera
sensación. Era un jugador con una elegancia descomunal, físicamente muy potente
pero a la vez dotado de una técnica y de una visión de juego casi perfectas. Y
además, poseía una cualidad que no siempre se valora: sabía jugar muy bien sin
balón, ocupar los espacios y estar siempre colocado en el lugar adecuado para
robar o recibir. Por eso llegó a ser el mejor del mundo en su puesto.
“Nunca he visto en el mundo un defensor
mejor que él, pero yo siempre le digo: ¡Manni, eres el mejor extremo derecho
que hay!”.
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